Creados en la Edad Media por monjes benedictinos a partir de depresiones naturales, los estanques de Sologne servían para abrevar sus rebaños y desarrollar la piscicultura de agua dulce.
Gracias a estas masas de agua preservadas, Sologne alberga hoy una flora y fauna de valor incalculable: 220 especies de aves (140 de ellas nidificantes), 1.200 especies de plantas, entre las que destacan el helecho real y la drosera, una cincuentena de mamíferos (coipo, rata almizclera, zorro, tejón), una decena de reptiles y otros tantos anfibios.
La mitad de los estanques son públicos, mientras que los demás pertenecen a grandes fincas privadas o a grupos de pescadores que se reúnen en sus cabañas de madera para hacer picnics los domingos.
La forma más fácil de disfrutar de estos remansos de paz es coger la bicicleta y recorrerla Ruta 5 de los Castillos del Loira en bici, pasando por La Sistière (Cour-Cheverny/Tour-en-Sologne).