A la mayoría de los reyes les gustaba elegir un símbolo que representara un rasgo dominante de su carácter, a menudo en forma de animal.

Se trata de una tradición milenaria que se remonta al antiguo Egipto, cuando algunos faraones utilizaban animales para simbolizar su poder y, en particular, la abeja, que representaba la realeza.

En Francia, Childéric eligió este insecto para simbolizar el poder real, mientras que su hijo Clodoveo, el primer rey de nuestra historia, eligió el sapo como emblema. El animal, que en aquella época no tenía la mala fama que sufre hoy, sugería sobre todo las regiones pantanosas de las que procedía su familia. Más tarde, Luis VIII eligió el león, que simboliza la fuerza, al igual que Carlos V, que durante su reinado cambió al delfín, menos feroz pero igual de noble.

Una salamandra entre las llamas

En la región de Blois-Chambord, varios monarcas han dejado la huella de su presencia a través de emblemas esparcidos en objetos, pinturas y tapices, o tallados directamente en la piedra de algunos edificios. Es el caso de Francisco I, cuya salamandra se encuentra en los castillos de Blois y Amboise, y es omnipresente en Chambord.

Hay cientos de ellas», explica Éric Johannot, responsable de investigación y educación del dominio de Chambord. En la gran torre central, las puertas, las chimeneas, los techos, la platería, los libros, la papelería, las telas… ¡hasta hay autómatas con la efigie del batracio!

Elegido por el monarca, que lo utilizaba mucho y en todas las ocasiones, el animal ilustraba su lema: «Yo alimento lo bueno y extingo lo malo». Se decía que la salamandra tenía la capacidad de extinguir el fuego o alimentarse de él, aunque evidentemente se trata de un mito. En la Edad Media, a la gente le gustaba atribuir cualidades especiales al animal, que se utilizaba como metáfora de la personalidad del rey», señala Éric Johannot. Había un cierto misticismo en la época, y los dobles sentidos a veces se nos escapan hoy en día. Además, la salamandra de Francisco I ni siquiera parece real, está completamente estilizada.

Fue a Jean d’Angoulême, abuelo de Francisco I -a quien, por cierto, éste nunca conoció-, a quien se atribuye el origen del uso de la salamandra en la familia. Tras la Guerra de los Cien Años, este hombre consiguió poner paz en las divisiones internas entre los reyes de Francia, atribuyéndose los poderes imaginarios de una salamandra y haciendo decir que había conseguido apagar el fuego. La imagen fue utilizada más tarde por los tutores del joven Francisco de Angulema para ilustrar una línea de conducta: sé justo, sé virtuoso y sobrevive al fuego. Una vez rey, se decía que Francisco I era fogoso en todo, lo que justificaba aún más la elección de su animal emblemático.

Un puercoespín intrigante

Luis XII, su predecesor y suegro, también eligió un emblema animal que se encuentra en numerosos ornamentos de la región. Con el lema «Quien la frota, la pincha «, el monarca fue representado por un puercoespín.

En aquella época, era un animal exótico y un tanto misterioso», explica Éric Johannot. En aquella época, se creía que no sólo era capaz de lanzar sus púas, sino también de regenerarlas, ¡lo que, una vez más, no era más que una leyenda!

Hoy, el animal se encuentra en el castillo de Blois y en el escudo de la ciudad, acompañado de un lobo, en referencia a la etimología de la ciudad, cuyo nombre se dice que procede de la lengua celta, en la que «lobo» se dice «bleiz».

¿Lo sabías?

Ana de Bretaña fue dos veces reina, gracias a sus alianzas con Carlos VIII y Luis XII, y dejó su símbolo en el castillo de Blois, donde murió en 1514.

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